lunes, 23 de febrero de 2009

Veracruz, el estado que sonríe… ¿y lee?

Jorge Arturo Rodríguez
TIERRA DE BABEL

No dudo, para nada, que Veracruz sea un estado que sonríe; es más, se carcajea y se muere de risa… Celebro que mi Gober Fide siga promoviendo al interior y fuera de la entidad nuestra cultura y nuestra tierra, a través de la campaña “Veracruz, un estado que sonríe”. Bien por eso. Pero en cuanto a la lectura, pos, la verdad, poco se ha hecho. Aplaudo que mi Gober Fide convoque a “las autoridades educativas y de toda su administración a instaurar jornadas de lectura con diversos sectores de la población: niños, jóvenes, discapacitados, adultos mayores y ‘con todo el que se deje’”. Pero creo que eso no bastará, como tampoco que anuncié que “él mismo encabezará –cuando le sea posible– estas jornadas de lectura, que se sumarán a los talleres de lectura, composición y poesía que ya promueve el DIF Estatal, encabezado por su esposa, Rosa Borunda de Herrera, y a los programas Rincones de Lectura y Círculo de Lectores, de la Secretaría de Educación”. Hace falta eso y mucho, mucho, muchísimo más.
¿Cuántos libros lee mi querido lector a la semana? Porque una cosa es leer, y otra saber leer. Es aquí donde está el problema. Enseñar a saber leer, a escudriñar las páginas y las palabras, sin olvidarnos, ni mucho menos, del placer de la lectura, este placer desde donde debemos empezar. Pero no leyendo basura, sino lecturas deliciosas, poco a poco, enamorarnos, pa’ luego pasar a la pasión, lugar de donde ya es difícil salir, porque no se quiere, porque ahí se está vivo. Es ahí donde el mundo adquiere otra realidad, abrimos los ojos, despertamos. Como dijo Fernando Savater: “El miedo se pierde con el saber, la educación, y cuando se pierde el miedo a saber, se empieza a actuar con algún fundamento”. ¿Y como obtenemos ese saber, esa educación? ¡Con la lectura! Quizás por eso los que detentan y ostenta el poder, tengan mucho miedo, y nos tengan mucho miedo al saber que ya no tenemos miedo porque leemos y sabemos leer: pensamos, imaginamos, creamos, inventamos, peleamos, nos defendemos… Quizás por eso sólo nos den migajas de lecturas, como en todo, pa’ que permanezcamos en la ignorancia, el silencio, el olvido y no pasa nada. ¿Será?
En mi caso, sólo digo que no le tengamos miedo a la lectura, porque ya lo dijo Antonio Lobo Antunes: “No hay libros estúpidos, hay lectores estúpidos”. Tan, tan.
Bien por el Congreso del Estado
Da gusto saber que la LXI Legislatura de Congreso del Estado –y me consta que algunos diputados también-, por instrucciones del presidente de la Junta de Coordinación Política, diputado Héctor Yunes Landa, se haya solidarizado el pasado lunes 16 con la población veracruzana brindando apoyo con vehículos oficiales y particulares en el traslado a diferentes destinos, dado el paro del servicio de transporte público. Nunca antes se había visto eso. ¡Cosa más bella, chico! Es decir, hubo suficiente “guaguas” y hasta “camellos” estilo Veracruz.
¿Justicia social?
No sé que carajos quieren decir con eso de “justicia social”, por más que me chuté uno que otro ensayo de destacados cerebros chuchos que hablan sobre el asunto, incluso a ese llamado Friedrich Hayek, cuyo nombre me recordó a Salma Hayek y, bueno, pos mejor suspendí mi lectura y me puse a ver, otra vez, la película “El callejón de los milagros”, la cual no concluí debido a que recordé a Jonathan Swift que escribió: “Pregunté a un hombre pobre cómo vivía; respondió: ‘Como un jabón, disminuyendo siempre’”. Entonces me acordé de mi México lindo y querido: nos vamos disminuyendo. ¡Chin! ¿Y dónde la justicia, social o no? Ya lo dijo John Berger: “¿El mundo no ha sido despiadado desde siempre? El ambiente despiadado de hoy es quizás más insistente, omnipresente y continuo. No perdona ni al mismo planeta, ni a nadie que viva en él, en ninguna parte. Abstracto, ya que, derivado de la única lógica de la búsqueda de la rentabilidad (frío como el congelador), amenaza con volver obsoletos todos los demás sistemas de creencia, junto con sus tradiciones de encarar la crueldad de la vida con dignidad y algún destello de esperanza”.
De cinismo y anexas
* A propósito de lecturas, les recomiendo el libro “Antología del humor negro”, de André Bretón, donde Lichtenberg escribe: “Aquel hombre tenía tanta inteligencia que no servia para casi nada en el mundo”; “El grado más alto hasta donde puede elevarse un espíritu mediocre, pero provisto de experiencia, es el talento de descubrir las debilidades de los hombres que valen más que él”.