miércoles, 15 de abril de 2009

Cosas Pequeñas

¡AZÚCAR!

Juan Antonio Nemi Dib

Si usted nació en México y vive en México, la posibilidad de que contraiga diabetes mellitus es particularmente alta: nuestro país tiene casi 4 millones de diabéticos; pero si vive en Veracruz, el riesgo se duplica. Al menos eso dicen las estadísticas: el estado presenta la mayor prevalencia de la enfermedad en todo el país. De acuerdo con el INEGI, 5,007 veracruzanos murieron en 2006 debido a la diabetes y la cantidad subió a 5,295 fallecidos en 2007; ambas cifras superan las de muertes por cáncer y son la segunda causa de fallecimientos, sólo por debajo de las defunciones causadas por enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, por precisos que sean estos datos, en realidad podrían quedarse cortos: hay un porcentaje importante de diabéticos (se estima que entre el 20 y el 30%) que no saben que padecen la enfermedad y un importante “subregistro” debido a que muchos pacientes mueren de falla cardiaca o renal y se atribuye a éstas la causa de muerte, cuando en realidad la razón primaria estuvo en la diabetes.
Si bien estas cifras producen alarma, lo cierto es que en 1940, los mexicanos en general y los veracruzanos en particular, no se morían de “azúcar”: entre las principales causas de muerte estaban las enteritis (inflamaciones intestinales, generalmente infecciosas), influenza y neumonía, homicidios (en sexto lugar) y las enfermedades del corazón ocupaban el 9º sitio de la lista. Para 1970 los mexicanos se morían de influenza y neumonía, de accidentes (en 4º lugar), el cáncer ganaba terreno (5º sitio) y la cirrosis hepática empezaba a hacer sus estragos (9ª posición).
En 1990 el panorama era muy otro: los mexicanos fallecían en primer lugar por padecimientos cardiacos, en segundo lugar por cáncer, luego por lesiones (muy probablemente la clasificación se hubiera modificado y este apartado incluyó a los accidentes) y en cuarto sitio, a causa de la diabetes y sus complicaciones.
Hoy, la tendencia parece haber llegado al extremo: una declaración del Secretario de Salud del Gobierno Federal afirma que, en 2009, “la diabetes ocupa el primer lugar dentro de las principales causas de mortalidad y presenta un incremento ascendente con alrededor de 60 mil muertes y 400 mil casos nuevos al año.” También es un asunto sexista: la diabetes mata más a las mexicanas que a los mexicanos dado que, por sexos, en varones es la segunda causa de defunción pero la 1ª en féminas. Hacia el futuro, el investigador Érick Alberto Landeros Ortega estima que para el año 2025, habría en México 12 millones de enfermos y que nuestro país tendrá la 7ª acumulación de casos a nivel mundial.
Si bien los expertos reconocen que hay una importante carga genética, también hablan de estilos de vida no saludables: obesidad, estrés, tabaquismo y consumo excesivo de bebidas alcohólicas como principales determinantes que inciden en el desarrollo de la enfermedad. No hay que profundizar mucho, entonces, para entender que este problema sanitario tiene un importante componente cultural relacionado con hábitos y que, por lo tanto, sería susceptible de atacarse con éxito y rapidez si la gente modificara las conductas perniciosas relacionadas con su salud. La otra conclusión inmediata es que muchos casos de diabetes podrían evitarse con una adecuada prevención para los casos de riesgo que, además, son fácilmente identificables (antecedentes familiares, perímetro de la cintura, etc.).
Es cierto que se trata de un mal de muchos: hay 250 millones de diabéticos en el mundo y la cifra aumenta en 7 millones cada año. Esto provoca que cada diez segundos muera un terrícola, a causa de la diabetes y sus complicaciones. Pero lo más grave es que una de las formas de diabetes (denominada “tipo uno” y que implica la insuficiencia o carencia de insulina para metabolizar los azúcares dentro del cuerpo) que afecta principalmente a niños y jóvenes y que suele ser de muy mal pronóstico, aumenta a un vertiginoso ritmo del 3% anual; y no es todo: los investigadores están sorprendidos por el hecho de que la diabetes “tipo dos” (incapacidad del organismo para responder adecuadamente a la insulina) se está presentando en niños hasta de ocho años de edad, que solían considerarse exentos del riesgo.
Las autoridades sanitarias advierten que la diabetes podría convertirse en una de las epidemias más costosas de toda la historia; el gobierno mexicano gasta más de sesenta mil millones de pesos anuales en el tratamiento de los diabéticos, aunque esta cifra no incluye a la población que recibe atención médica privada. Según la Sociedad Mexicana de Nutrición y Endocrinología, el costo promedio de atención de un diabético mexicano supera los cuatro mil dólares anuales.
Pero los costos no se limitan a sepelios y a dinero. Cada día, se amputan 230 extremidades inferiores a diabéticos mexicanos; cada día, ingresan a hemodiálisis permanente 120 nuevos casos; cada día se diagnostican 55 nuevos casos de ceguera causada por diabetes. Sería erróneo (o ingenuo) pensar que se trata de personas ancianas, que han concluido su ciclo de vida. Por el contrario, la diabetes afecta a personas en plena edad productiva y, de hecho, el 25% de las personas que mueren en México, entre los 40 y los 50 años de edad, padecían diabetes. Los entornos familiares del paciente diabético se ven dramáticamente afectados y, por si fuera poco, muchas de las complicaciones y limitaciones físicas asociadas a esta enfermedad resultan en numerosas incapacidades laborales, temporales y permanentes y, por supuesto, en exclusión para el mercado de trabajo. Diabetes y calidad de vida parecen poco compatibles.
Aunque no se muestran suficientemente actualizadas, las cifras para Veracruz tampoco son halagüeñas. De acuerdo con la Federación Mexicana de Diabetes (FMD), 20.8% de los veracruzanos somos obesos (uno de los precursores sustantivos de la diabetes), 16.1% de la población veracruzana mayor de 20 años padece alguna forma de diabetes y la edad promedio de los veracruzanos muertos a causa de esta enfermedad, es de 66 años.
Las autoridades federales se vieron obligadas a atacar este asunto como lo que es: una emergencia sanitaria. Ya lanzaron el Programa de Acción de Prevención y Control de la Diabetes 2007-2012 que incluye acciones contra el sobre peso y el riesgo cardiovascular y que básicamente propone: incorporar a las escuelas al programa de educación saludable, estímulos fiscales orientados a la cultura de la vida sana, duplicar el consumo de lácteos descremados y verduras, bajar a la mitad la ingesta de alimentos con alto valor calórico, cambiar las políticas de la industria alimentaria (¿convencerán a Coca-Cola, Marinela y Sabritas, entre otras?), mejorar el perfil del personal sanitario, un mejor sistema de vigilancia epidemiológica y, especialmente, un nuevo “Sistema de Indicadores para Diabetes”.
Ojalá que todo eso funcione. Nos evitará un futuro amargo.

antonionemi@gmail.com