lunes, 16 de noviembre de 2009

El Dianche: Revolución perdida

Guillermo Manzano

En vísperas del primer centenario de la primera revolución del Siglo XX occidental, vale la pena reflexionar sobre el hecho. Fuera de academicismos cargados de ideologías, de debates en coloquios infértiles o de la historia oficial, los ciudadanos nos debemos preguntar si, el principal motivo del Plan de San Luis se ha cumplido: sufragio efectivo, no reelección. Es decir, si las condiciones políticas han cambiando en el país en estos últimos 99 años.
Hasta el momento sigue la discusión sobre la conclusión de la Revolución Mexicana. ¿1911, 1917 o hasta el cardenismo, 1940? Independientemente de esto, lo cierto es que, durante el siglo pasado los mexicanos concurrimos a elecciones constitucionales cada seis años. ¿Por eso hubo democracia? ¿Se respetó el sufragio? No creo, y sólo lo digo como un acto de fe porque carezco de los elementos y pruebas necesarias para afirmar que el sufragio, el voto, no fue respetado. Debe recordarse que Porfirio Díaz también convocaba a elecciones cada cuatro años, y hasta la fecha se le sigue acusando de ‘dictador’. ¿El PNR-PRM-PRI ejerció una dictadura? De cualquier forma el grupo construido en la década del 20 mantuvo su hegemonía política y la Presidencia de la República hasta el año dos mil.
Pero este hecho (que el PRI haya perdido la Presidencia de la República) no significó que realmente el sufragio fuese efectivo. Seis años después, se presentaron las elecciones presidenciales más competidas y esto tampoco significó que el sufragio fuese efectivo.
Si caemos en el simplismo de que un voto contado es sinónimo de válido, de positivo; pues hasta en el priismo más primitivo se hacía efectivo el sufragio. Pero para que un voto tenga este valor (efectivo) debe ser un voto razonado, meditado, con conocimiento de causa y, estas razones no se dieron en los procesos del año dos mil ni en el de 2006.
Y no podemos pedir a los electores que razonen, mediten o analicen su voto cuando la mayoría de la población está preocupada por resolver problemas prácticos de sobrevivencia. Conseguir trabajo o mantenerlo, ‘estirar’ el dinero para que alcance toda la quincena, pagar luz, agua, renta etcétera es más importante en la vida de casi todos los mexicanos, que leer, escuchar o reflexionar colectivamente las propuestas y trayectorias de los candidatos.
También existe una franja poblacional importante que subsiste en la extrema pobreza, lo que los convierte en monedas de cambio para líderes inescrupulosos que condicionan los apoyos asistenciales a cambio del voto. ¿Cómo sostener que estos sufragios son ‘efectivos’?
Pero si Francisco I. Madero y quienes lo secundaron, tuvieron la hipótesis de que una vez que haya ‘democracia’ en México, el resto de los problemas que aquejaban al país en 1910 se resolverían, pues podemos decir que se equivocaron. Hoy, persisten los cacicazgos regionales (dixti gobernadores y capos del narco), desigualdad social y económica (cfr. los ingresos de Carlos Slim, con los 54 pesos de salario mínimo que perciben millones de mexicanos) y una dependencia mayor que hace 99 años de los capitales extranjeros. ¿Valió la pena la muerte de todos esos hombres y mujeres?, ¿dónde se perdió la Revolución? y ¿realmente hubo una? Estas y más preguntas quizá la respondan todos los intelectuales, académicos y políticos que participaran en los festejos el próximo año, año del centenario de la Revolución y del bicentenario de la Independencia.

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